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No. 10  l  Diciembre 2006

Olafo el amargado: el mundo es plano
Dik Browne
King Features Syndicate / Editorial Pluma

Por Ricardo Silva Romero

La gente no sabe qué decir cuando uno les dice que fue Olafo, el amargado, el hombre que probó que el mundo es plano. Resulta inevitable buscar, entre la colección de cómics creados por Chiqui de la Fuente , debajo de la irremplazable serie de don Mickey, esa milagrosa bitácora de viaje que Dik Browne publicó a principios de 1982. Lo primero que se nota es que comprarla costó 250 pesos de ese entonces: una barbaridad. Después, si se le da una mirada a la portada, si se ve con cuidado la actitud del vikingo gordito de barba roja ante la peligrosa esquina de este planeta cúbico, queda clarísimo que 250 era un buen precio por una historieta empeñada en inculcarnos valores tan importantes como la amargura, la terquedad y el pesimismo. El título del álbum es, por supuesto, Olafo el amargado: el mundo es plano . Y uno no puede creer lo que está viendo hasta que lo vuelve a ver desde el comienzo.

La tira cómica titulada Olafo el amargado , que entre la gente que habla inglés es conocida como Hägar the horrible , apareció el 4 de febrero de 1973 en 136 periódicos norteamericanos. Su inventor, un dibujante neoyorquino de 56 años llamado Dik Browne, había hecho toda una vida de caricaturas, ilustraciones y avisos publicitarios (por ejemplo: en 1959, 1960 y 1972 había recibido el premio nacional a la mejor tira cómica por Hi and Lois ) hasta que le vino a la cabeza la figura genial, en pocos trazos, de ese vikingo responsable, habitante de un siglo X que se parece mucho a nuestros siglos, que día a día se levanta temprano a saquear ciudades, que se pierde en festines cada vez que recibe su parte del botín y que hace lo que puede para soportar los agobiantes regaños de su esposa Helga, las decepcionantes vacilaciones de su hijo Hamlet, las miradas perdidas de su hija Astrid, las insólitas torpezas de su ayudante Chiripa y los consejos inesperados del misterioso doctor Zocotroco.

Las reflexiones de Olafo el amargado , a veces sentencias memorables, a veces chistes para trabajadores de afán, aparecen todos los días en 2000 periódicos del mundo. El hijo de Browne, Chris, que dibuja la serie desde los primeros meses de 1988, ha preservado, a pesar de ciertas licencias de amor por el mundo, el hastío infinito, la sabiduría equivocada y la mala leche con la que el protagonista enfrenta cada episodio de su vida. Quizás el mérito sea del propio personaje, de Olafo, que a estas alturas es una realidad incuestionable. Y que, en el álbum que nos interesa ahora, una suma de tiras cómicas de una página que da como resultado una aventura insospechada, se empeña en probar que el mundo es plano (va de esquina en esquina mientras los niños vikingos cantan “el mundo es plano plano como la palma de la mano”) antes de que ese embeleco del planeta redondo se ponga de moda entre los incautos. “Tiene algunos defectos”, dice a su hijo, “pero de todos modos es plano”.

Lo mejor de El mundo es plano es lo poco edificante que es, ese alegre elogio de la mortificación que se toma cada una de sus ventanas, esos desfases históricos, tipo Astérix el galo , que en verdad son correcciones del pasado. Si uno tiene siete años, si sólo piensa en películas, juegos de barrio y mundiales de fútbol, es esta la lectura que ha estado esperando: pensar que lo mejor de los papás son los regalos, que bañarse es una pérdida de tiempo, que las señoras se ven chistosas con pantalones, que pelear es un plan de viernes por la tarde, que ayudar en la casa es una pesadilla y que sólo uno sabe lo que está haciendo con su vida, no volverá a producir ninguna clase de culpa después de asistir a esta odisea de Olafo. Se cerrará semejante álbum subversivo con cierta incredulidad: no vamos a negarlo. Pero se volverá a abrir de inmediato porque saber que el mundo es tan plano como lo vemos es saber que los padres no envejecen, que las cosas están en nuestras manos y que la vida de hoy es la vida de mañana. Y estamos hartos de historias tristes que nos dicen lo contrario.

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