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Revista de Libros
No. 1 Diciembre 2004

Mis Libros

Por Sergio Fajardo

El alcalde de Medellín ha sorprendido a todos por la manera inédita en la que está enfrentando los problemas de una de las ciudades más complejas de Colombia. La historia de sus lecturas nos revela mucho más de la vida de quién es además un apasionado de las letras.

Mi papá me dice que de muy pequeño, cuando me ponía muy bravo, me subía a la biblioteca y comenzaba a tirar los libros a la calle. Pero bueno, ese un tipo muy particular de contacto con los libros. Los primeros libros que recuerdo haber leído fueron alrededor de mi primera comunión, que hice cuando tenía seis años. Antes de hacerla, los de preparación, como las vidas ejemplares y cosas así, y después los que me dieron de regalo, libros con ilustraciones. En particular me acuerdo del de Rintintín . Luego vinieron los libros que me daba mi papá. Eran libros todos muy gruesos y con letra pequeña: Tom Sawyer , Huckleberry Finn , los libros de Julio Verne y Alejandro Dumas. Leía mucho, solo, en mi cuarto. Y me acuerdo de admirar la colección entera. De verlos todos juntos. Luego un autor que me marcó especialmente fue Dostoievski. Leí todo lo que encontré: Crimen y castigo , Los hermanos Karamazov . De esa época recuerdo un libro en especial: Don Camilo , de Giovanni Guareschi. Es quizás el único que me he leído dos veces, porque yo nunca me repito un libro. El recuerdo que tengo de él es muy borroso. No sé dónde quedó ese libro.

En bachillerato tuve un profesor que fue muy importante para mí, que me introdujo a muchas cosas, con él descubrí los cine-clubes y me enamoré de Catherine Deneuve en Belle de Jour . Él había estudiado filosofía y sociología, pero le tocaba dar clases de francés en el colegio para sobrevivir. Me introdujo a la filosofía y en especial a Nietzsche. Entonces era yo un lector muy riguroso, subrayaba mucho, hacía fichas, tomaba notas. Fuera del colegio teníamos un grupo de estudio, y era una sensación muy especial la de encontrar gente a la que le interesaban las mismas cosas que a mí. Entre mis compañeros no tenía con quién compartir lo que leía.

Al graduarme, en mi proceso de decidir estudiar matemáticas, de irme a Bogotá, descubrí a Borges. Me causó una atracción impresionante, quedé completamente cautivado. En especial por su raciocinio. Sentía una gran cercanía con él. Algo que no me pasa con García Márquez. De él disfruto su impresionante manejo del idioma, pero el realismo mágico no hace parte de mi cultura. Después de Borges pasé a Cortazar. Me acuerdo de estar en vacaciones en la playa leyendo Rayuela, de tener que pararme después de leer cada página. En esa época nació mi afición por los cuentos. Pasé a leer casi exclusivamente cuentos. Había una relación con lo que me atraía de las matemáticas, con esa capacidad de hacer simple lo complejo. En la universidad, leí mucha literatura latinoamericana: Carpentier, Puig, Onetti, Vargas Llosa, Benedetti, pero mis favoritos siguieron siendo Borges y Cortazar.

Yo leía sobre todo por placer. Sentir un libro en las manos es una emoción muy especial. Decidí no ser un erudito. No volví a subrayar los libros ni a tomar notas. Me di cuenta de que me enriquecía con lo que leía sin tener que guardar un registro riguroso. Sin esa distracción. La lectura es un momento muy especial solo conmigo mismo.

Después vino el viaje a Estados Unidos para el doctorado en matemáticas. Allí leí mucho en inglés, un idioma que me llama mucho la atención, en especial por su flexibilidad. Recuerdo haber leído mucho a Faulkner y a Nabokov. En inglés conocí a Kundera. Entonces estaba viviendo en Madison, me había ido a la Universidad de Wisconsin a estudiar con Jerome Keisler, que era el autor del libro de matemáticas que más me impresionó durante la carrera: Teoría de Modelos (coescrito con C. Chang). Keisler me dirigió la tesis y luego continuamos escribiendo artículos juntos; el resultado final de ese trabajo fue el libro Teoria de modelos de los procesos estocásticos . Fue un gran placer escribirlo, rompiendo un poco los cánones de la escritura en matemáticas, en donde se suele dejar de lado el proceso del descubrimiento y se pone al lector a reconstruir demasiado. Allí cuento la forma como me fui aproximando a los temas; quien me conozca y pueda leer el libro encontrará en él mucho de mi personalidad.

Ahora como alcalde ha habido un par de libros que me han sugerido cosas muy interesantes. Recomiendo La ciudad conquistada de Jordi Borja, un urbanista/sociólogo catalán, un libro buenísimo para pensar la ciudad. Es acerca de los proyectos urbanos, del espacio público. Me iluminó mucho a la hora de pensar en cosas que se pueden hacer en Medellín. En un plano diferente están los libros de Adela Cortina y Victoria Camps. Me interesa mucho su reflexión sobre la ética, que no trata de sujetos abstractos, sino de personas concretas, en particular de ciudadanos. De los valores esenciales del ciudadano en la sociedad de hoy.

Con todo el trabajo de la alcaldía no tengo mucho tiempo para leer. De todas maneras busco siempre algún momento. Me gusta ir a las librerías y mirar los estantes a ver que encuentro, dejarme guiar por la casualidad. Claro que también está lo que me dicen mis amigos. Por ejemplo, Héctor Abad Faciolince me recomendó El lector de Schlink, que me gustó mucho. De los autores contemporáneos me llama la atención Saramago; me gustaron mucho Ensayo sobre la ceguera y Todos los nombres . No me he preocupado tanto por el mensaje político. Lo que me llamó la atención es que sus libros son nuevos tipos de relatos. Cuando lo leo siempre me pregunto: ¿cómo se le puede a uno ocurrir esta historia? De ciertos cuentos puedo decir: yo habría podido escribir este. Libros así me estimulan para pensar y escribir.

 

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