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Revista de Libros
 
No. 12  l  Agosto 2007

Carlos Wynter Melo / blog

Libros:
El escapista (Universidad Tecnológica de Panamá, 1999, Panamericana, 2007)
Desnudo y otros cuentos (Fundación Signos, 2001)
Invisible (Fuga Editor, 2005)
El niño que tocó la Luna (Fuga Editor, 2006)

Una novela sobre mi muerte

Por Carlos Wynter

1. Mi más reciente trabajo es una novela sobre la Muerte. Desde hace tiempo tenía una deuda con ese tema y con la recreación de un lenguaje que se pareciera a mí, a lo que vivo. Ambos compromisos tienen que ver con una única necesidad: apartarse de lo libresco. Y es que muchos de los escritores se apartan de la vida y pontifican desde bibliotecas o frías habitaciones. No creo que la literatura sea solo eso. No soy muchas cosas pero trato de Ser, de estar vivo; ya sea que la adrenalina me arrastre sin resistencia o que forcejemos hasta que mi timidez se rinda. Como terapia psicológica, el libro fue catártico y sanador. Los personajes tienen trozos de mí, de lo que soy y de mi pasado. Inclusive muchas de sus vivencias fueron mis vivencias. Se aparece la Muerte con amplio vestido azul y sortijas en cada dedo, hermosa y antojable, que es como siempre la he imaginado. Hasta la fecha me han publicado colecciones de cuentos pero yo sabía que en un cuento no iba a caber lo que tenía que decir. El cuento es un mecanismo y una bomba, pero no permite caos ninguno. Yo quería guardar en algún lugar mi cadáver putrefacto. De cierto modo, me he destruido para renacer. Necesitaba que la historia surgiera, por lo menos al inicio, como la erupción de un volcán. Y tengo que aceptarlo: es el libro más arriesgado que he escrito. Vi un cadáver en la morgue, le pagué al custodio para que me dejara estar a solas con el cuerpo, toqué la piel ya inhumana y eso me dio treinta y cinco páginas de un tirón; cuartillas desesperadas y libres en las que vacié todos las ataúdes que me había guardado sin llorar. Sobre esa muerte que permite renacer, mucho me enseñó mi pequeña hija.

2. Mi hija de diez meses toma libros de los estantes. Si no la detenemos a tiempo, rompe sus hojas con la misma curiosidad con que alguien podría destrozar la envoltura de un regalo. Supongo que la sensación para ella es novedosa y, en efecto, fascinante: el sonido de las hojas al romperse, la forma zigzagueante en que al papel le nace una nueva frontera...

Si no le quitamos el libro, mete las hojas arrancadas en su boca y el texto se hace ilegible y ya no hay modo de salvarlo. Gracias a Dios, Trópico de Capricornio no fue condenado y solo perdió las páginas dedicadas al título y créditos. Yo acababa de leer Trópico de Cáncer y me disponía a continuar con el título siguiente. Pude cumplir con mi cometido. Mi esposa y yo somos personas ordenadas; ella tiene sus libros de psicología en unos libreros, y yo los míos, de literatura y administración, en otros. Además, regularmente limpiamos las cubiertas y donamos los ejemplares que terminaron por disgustarnos. Creemos tener todo bajo control. Cuando mi hija estaba en el vientre, yo solía susurrarle que naciera fuerte y decidida; esta línea es casi un plagio de Frank Miller, que la hizo diálogo del detective compañero de Batman. Cuando pasó veinticuatro horas en una incubadora, le prometí ser mejor a cambio de sus ganas de vivir. Se llama Luna, Luna Sofía, y siempre creímos que nos transformaría profundamente. Ahora sé que todos los niños nacen con la curiosidad suficiente para hacer estallar el mundo. Y empiezan acabando con el pequeño mundo de certezas de sus padres. Así lo he entendido y eso calma mi desesperación cuando desordenan mi entorno apacible. Son una invitación para renovarnos y, de pronto, no preocuparnos tanto del orden de los objetos. Quisiéramos tener control sobre los recién nacidos pero la curiosidad manda en el reino de lo esencial. Para mí, la referencia bíblica de “volver a ser como niños” cobró un nuevo significado ahora que conocí a mi hija.

3. Mi más reciente obra, pues, intenta tener el espíritu de la niñez. Estoy interesado en abrir las puertas a nuevas sensaciones en vez de, como es lo común, asegurarnos tras candados. Las llaves utilizadas son preguntas: ¿qué somos ante la muerte?, ¿cómo percibe un personaje callejero y joven la muerte?, ¿qué ocurre en él tras la muerte de su mejor amigo, de su compañía inseparable? La revisión del texto fue insistente. Lo escribí (y reescribí) algo así como cinco veces. Ya varias “novelas” se habían quedado en mis cajones porque no me satisficieron del todo. A esta tuve que darle forma como quien esculpe una figura de mármol. En fin, el compromiso que hice con mi hija en la incubadora se hizo un compromiso literario. Porque qué es la literatura sino la toma de conciencia de lo que se vive; y qué es la toma de conciencia de lo que se vive sino el modo de ser mejores seres humanos. Ser como un niño: como lo fue el Capitán, personaje de Graham Greene. Ser como un niño y permitir que la literatura sea un camino siempre nuevo.

 

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