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Revista de Libros
 
No. 12  l  Agosto 2007

Claudia Amengual
agente

Libros:
Desde las cenizas (Alfaguara)
El vendedor de Escobas (Punto de lectura)
La rosa de Jericó (Punto de lectura)

Entrevistas:
Con Juan Miguel Petit
Con Hugo Castillo

La escritura de Más que una sombra

Por Claudia Amengual

“En el suicidio no hay libertad”, me dijo una periodista hace dos años. La miré con la soberbia del que ha sufrido y se cree dueño de la verdad nacida del dolor. Entonces me explicó algo que fue como una bomba y que me obligó a reelaborar un duelo de treinta años. Efectivamente, en el momento del suicidio –que no es más que un instante–, la persona está como ausente, apagadas sus conexiones con la realidad, en una dimensión que se parece mucho a la Nada hacia la cual va. Por lo tanto, no se puede hablar ni de coraje ni de cobardía. Esta constatación permite, de algún modo, ordenar ese caos de ideas y sensaciones confusas que son una mezcla de dolor, rabia, impotencia y algo de vergüenza también.

Durante dos años leí libros y artículos, recibí testimonios (anónimos y no), asistí a grupos de sobrevivientes y trabajé bajo el asesoramiento de una psiquiatra experta en Suicidología. Yo estaba construyendo una ficción, claro, pero debía ser una ficción responsable basada en una realidad perfectamente estudiada y no en mis preconceptos. Se trataba de escribir una novela en la que el mayor desafío fuera desactivar los mecanismos de la autoeliminación, romper con mitos y estereotipos, y hacerlo desde la vida.

Así nació Tadeo, un hombre de 47 años que ha perdido su trabajo en medio de una profunda crisis financiera y social, su mujer lo ha dejado y no logra publicar sus cuentos. Pero Tadeo es, además, hijo de una suicida y por este motivo tiene un mandato generacional que legitima ese camino y ante el cual deberá enfrentarse. “Era martes, las ocho y veinte de la mañana del día de su muerte. Tadeo se debatía entre un ánimo ambiguo que lo llevaba de una nostalgia prematura a un entusiasmo juvenil. No era alegría, más bien se sentía triste, pero al menos lo alentaba saber que sería un día distinto, con un propósito que lo conduciría a algo y le daría un estatus definitivo por el cual ya no tendría que pelear más, ni probarse, ni medirse, ni temer otras codicias. Sería un muerto a partir de las diez de la noche y lo sería para siempre. Pensar en eso le producía una cierta paz, como la vecindad de unas vacaciones largamente añoradas. Tadeo sólo quería descansar”.

Más que una sombra es el recorrido de un día en la vida de un hombre que va a suicidarse. Durante ese día pleno de emociones, cartas nunca escritas, llamadas telefónicas imprevistas, entradas a una página de internet en la que un adolescente anuncia su suicidio e incluso una visita al cementerio que propicia un encuentro amoroso muy particular, el personaje va reconstruyendo su pasado a través de la evocación nítida de escenas de su vida que en ese día cobran especial trascendencia. La indiferencia ajena, la sensación de aislamiento, el agobio existencial, la decepción ante las instituciones, la desesperanza y la melancolía se conjugan para potenciar las múltiples causas que podrían empujar al personaje a quitarse la vida. En ese trayecto, la escritura se erige como una actividad redentora, y la vida, rescatada del mismo umbral de la muerte, se impone como el verdadero contexto desde el cual se narra la novela.

Escrita con absoluta libertad creativa, pero con el compromiso ético de respetar el dolor ajeno, Más que una sombra es una novela sin concesiones que apela tanto a la inteligencia del lector como a su sensibilidad y, aunque no intenta dar respuestas sino más bien romper tabúes y animar a atravesar los miedos, mantiene intacta la esperanza.

(Más que una sombra, Alfaguara, 2007)

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