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Revista de Libros
 
No. 12  l  Agosto 2007

Wendy Guerra

Libros:
Todos se van (Bruguera, 2006)
Reseñas:
Por Jorge (Segunda naturaleza)
Platea a oscuras
Posar desnuda en La Habana. Diario apócrifo de Anais Nin

Textos en internet:
Poesías

Entrevistas:
Con Mili Rodriguez
Con Silvina Friera (Pagina 12)
Con Guillermo González (Número)
Con Sigfrido Ariel (Cuba literaria)

El trauma de escribir diarios

Por Wendy Guerra

I  

El trabajo de convertir el Diario de apuntes en novela resultó desgarrador porque nunca me fueron regresados esos diarios hasta la muerte de mi madre. Esos eran propiedad de ella, los escribí porque me lo rogó durante toda mi infancia. Cuando perdió la memoria no pudo responderme sobre su paradero y poco a poco mientras dividía los libros, los clasificaba y ponía en orden sus cosas, aparecieron como por arte de magia en la barbacoa de la casa. Dos años más tarde, cuando le diagnosticaron alzheimer, pensé en escribir sobre nosotras pero me daba pánico enfrentarme a todo lo que habíamos vivido en provincia, que era de lo que, pensaba yo, se trataba todo aquello. No soy valiente y nunca he querido serlo, escarbar dentro de mí me atemorizaba demasiado. Finalmente junto a mi prima Olga abrimos los Diarios originales y al leerlos en el verano del 2004 nos parecieron de una lucidez desgarradora. Demasiado para una niña tan pequeña. Era como llevar un paquete de tierra a mis espaldas. Yo pensé que todo ese lastre había que soltarlo de golpe. Tenía dos salidas: tragarme todo aquello o soltarlo y manipularlo un poco dentro de ciertas leyes narrativas posibles para una voz que se interroga asuntos desde los ocho años. Finalmente dejé la historia que yo conocía limpia, como una columna vertebral, y mientras me dictaba la voz de la niña la transformaba y hasta le censuraba algunas cosas, ya no por miedo, pues estaba metida hasta el cuello en la labor de salvamento personal. Se trataba de verosimilitud, la niña real, yo misma en mi propio papel, decía cosas que a veces si las dejaba parecían construidas para un lector que soltaría el libro de inmediato pensando que se trataba de una verdadera estafa. Sobre la adolescencia intenté conducirme cuidadosa en la traslación. Amo a la mayoría de los seres a los que me refiero, les cambié el nombre, les maquillé sus bordes, un poco, los puse en situaciones de las que pudieran salir ilesos, las heridas me las dejé todas a mi, ya estaba curtida y podía aguantar firme hasta el punto final. 

II 

Pensé que ella y yo podíamos haber crecido en esa dirección: Diario y mujer, persona y personaje, historia y ser. Pero esa niña que estaba en la primera parte se volvió, desgraciadamente y a mi pesar, otra persona y no pude desarrollar robustamente una novela enorme en el tono de la primera parte, que es sin dudas, mi favorita. 

III 

No puedo separar mi vida del Diario, la literatura de la vida, los personajes de mí. Es como quien dice pasar del calor al frío sin estaciones intermedias. Las herramientas humanas con las que trabajo son: mi propia vida y todos mis afectos, lágrimas, deseo, sexo, miedo, piedad, dolor, ira, abandono. Uso para este Diario el universo de cualquier niño o adolescente, la diferencia radica en que este libro poso para el lector y todo transcurre en un país socialista. Para el que nos desconoce es bien raro meter las narices en un mundo tan distinto. En cambio, para mí lo que sería raro es escribir desde un mundo occidental que me es ajeno. Esta soy yo y esta es mi alma.

IV 

Yo soy adicta y deudora de toda la plástica cubana de los setentas y ochentas, por eso Nieve es una artista plástica en la trama, me adherí a ellos por pura afinidad; mami estudió pintura en el primer grupo que inauguró la Escuela Nacional de Arte (ena) y conocí a los grandes que ya no están, luego me enamoré y viví lo que se pudo en aquellos días de la diáspora, intensos y fugaces. Se sienten así con sólo recorrer la sala de Arte Contemporáneo del Museo de Bellas Artes en Cuba o cualquier salón referente al tema por los museos del mundo contemporáneo. Cuando era muy chiquita recuerdo el espíritu que dejó Ana Mendieta a su regreso a la isla, intentando recuperar una identidad internándose en la tierra, literalmente. Más tarde me fascinaron los performance como estado de expresión y con todo el respeto que a ello le debo, lo relaciono en gran medida con mi entrega ciega a la exposición humana, me siento que dentro de Cuba y dentro de mí la única respuesta personal que existe es la de una completa entrega física y mental a un largo entrenamiento de apnea donde vivir y escribir será la documenta de un resultado visto desde el arte, como le llaman los pintores hoy, a una cultura de ofrecimiento al observador. Lo que hago, siento, se trataría de un largo performance literario. Una actitud literaria en movimiento. Un estado de convivencia riesgosa, plástica, dilatada que, al contarla, me hiere y mucho, soy débil cuando soy tocada por el dolor pero he decidido entregarme a mi trabajo con mucha pasión. Así como hay artistas que se mutilan delante de una torre y son documentados, así otros que mueven montañas a cubos de tierra, así como hay reporteros que hablan desde latitudes en conflictos y queda esa documenta para el otro, así voy dejando mis pedazos sobre el papel, conociendo claramente que lo humano está siendo trastornado, tocado por mí y desde mí. Ojo Pinta: conozco perfectamente que eso tiene un precio y lo pago. La premisa fundamental del ejercicio: Que mi discurso no hiera a terceros, pero yo me siento un poco magullada. Dijo Dulce María Loynaz: “Tengo el alma demasiado a flote y puedo ser herida con facilidad”. Ese es mi caso, pero, igual la cuchilla sigue al viento, no voy a poder olvidar el dolor, prefiero hacerlo evidente y reproducirlo como una experiencia que proteja a otros, para mí es tarde. No hay protección posible para el cuerpo ni para el alma. Apaga la luz y vamos a escribir. 

No reconozco en mí el rencor, ni el odio, ni el pase de cuentas, mucho menos la muerte de una génesis. Nada que me ha dado lo que tengo hoy puede ser descartado porque me contiene, soy testigo y olvidarlo es un error que lamentaré. Los que han querido olvidar siempre encuentran alguien que les recuerda algo. No puedo independizarme de lo que he sido, aunque me lastime. El parricidio comprende la muerte. He tenido la muerte demasiado cerca con la experiencia de mi madre. He tocado la muerte por enfermedad, no pude ganarle la batalla y no lo soporto, me sobrepasa, me tiene aplastada. Hubiese querido no responder esta pregunta, pero se trata del Diario y no le miento a mis Diarios. En mis Diarios está la literatura de mi vida y no puedo hacer borrón y cuenta nueva. Cambiaría todo por ser feliz, cambiaria una infancia fuerte por una infancia normal, cambiaría el miedo por la despreocupación pero no cambiaría una obra de mi padre, un poema de mi madre, una lágrima de ella a cambio de no haberlos tenido. A pesar del vacío, yo soy ellos en sus defectos y virtudes, desastres y aciertos de mi país y de mi génesis, no me considero mejor que todo eso, mucho menos en el plano creativo. Hoy me gusta conservarlos en mis gestos, en una palabra, en ese libro que se lanza desde España y que tiene tanto de ficción como de realidad.

(Todos se van, Bruguera, 2006)

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