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Revista de Libros
No. 4  l  Agosto 2005


El quebrantador
Edwidge Danticat
(255 páginas, Norma)

Por Alberto de Brigard

Estamos ante un magnífico libro de cuentos en el cual cada historia ocupa su posición por una buena razón, en oposición a una simple recopilación de narraciones de un mismo autor. Por este motivo, el todo resulta mucho más poderoso que la suma de sus partes; los horrores, la ternura oculta y la sobria poesía de estos relatos dejan en el lector una impresión duradera, así como la sensación de haber escuchado una voz única, autorizada y convincente.

Danticat utiliza dos recursos principales para dar unidad a su libro: el más obvio consiste en que tres de los cuentos son protagonizados por los miembros de una misma familia y presentan las visiones de una hija, una madre y un padre sobre hechos ocurridos en Haití alrededor de 1967 y sobre sus consecuencias hasta el presente. El segundo recurso también es aparentemente muy sencillo: con frecuencia personajes centrales de un relato hacen breves apariciones en otros, creando una fascinante red de correspondencias; a tal punto que en ciertos momentos, aun sin necesidad de referencia explícita a un cuento anterior, nos queda la sensación de que la enfermera nocturna que apareció brevemente atrás puede ser la hija de la costurera que narra su vida a una periodista. Todo esto conduce a que el libro ofrezca, en su breve extensión, un panorama de la comunidad de haitianos emigrantes en Estados Unidos, que se extiende en el tiempo y en el espacio hasta las celdas de Puerto Príncipe y a poblados remotos en las montañas de la isla. No obstante, cada narración es una obra completa, autocontenida, sin cabos sueltos, y alcanza a percibirse cierta variedad en sus estilos, aunque la prosa es limpia, directa y austera en todos ellos.

Los hechos relatados en estos cuentos son casi siempre terribles, en alguno de ellos se los describe como “cuentos de hadas al revés”, que parten de una situación de frágil felicidad para culminar en horrores que no mueren. A pesar de estar centrados en la comunidad y la historia de Haití, su dolor y su espanto son, por desgracia, excesivamente familiares para todos nosotros y por ello nos hablan, a los colombianos y a los latinoamericanos en general, clara y directamente de nuestros propios miedos y desafíos.

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