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Revista de Libros
No. 4  l  Agosto 2005


La felicidad: lecciones de una nueva ciencia
Richard Layard
(340 páginas, Taurus)
Traducción Victoria Gordo del Rey y Moisés Ramírez Trapero

Por Darío Maldonado

En este libro Richard Layard, profesor de economía en La Universidad de Oxford, tiene dos propósitos. Primero, hace un recuento de los estudios recientes en psicología y neurología sobre la felicidad y aprovecha este recuento para buscar explicaciones a aparentes paradojas que surgen en el estudio de la felicidad. Segundo, analiza las implicaciones de los resultados de esos estudios en la formulación de políticas (económicas, sobre la familia, medios, salud, entre otros) que busquen mejorar los niveles de felicidad de las sociedades actuales.

El libro es un rescate del utilitarismo tal y como fue propuesto por Jeremy Bentham hace más de un siglo. La premisa principal de esta teoría era la de que el único objetivo de la política era alcanzar los mayores niveles de felicidad posibles. Durante el siglo pasado, particularmente en su primera mitad, el utilitarismo había perdido fuerza en la mayoría de las ciencias sociales por la cantidad de especulaciones psicológicas que implicaba pensar en la felicidad. ¿Sabemos qué tan felices somos? ¿Podemos comparar los niveles de felicidad de dos personas diferentes? ¿Es posible saber qué nos hace felices? Son algunas de las preguntas que fueron descartadas por pensarse que su respuesta no podía ser más que una especulación.

Layard muestra cómo los resultados recientes en psicología y en neurología permiten dar respuesta a esas preguntas. Con mediciones neurológicas, los psicólogos y neurólogos han mostrado que los humanos sí sabemos cuando somos felices y qué nos hace felices. Los mismos estudios le permiten afirmar que la felicidad se puede medir y que los niveles de felicidad entre individuos diferentes son comparables. A partir de estos estudios, Layard lanza una feroz crítica a la forma tradicional de medir y comparar el bienestar económico por los economistas: el ingreso individual y el ingreso nacional. Si bien es claro que el ingreso individual y nacional está directamente relacionado con la felicidad, no es lo único, y es fundamental mirar otros aspectos.

Si el ingreso fuera el determinante principal de la felicidad, ¿por qué no vemos que los individuos más ricos sean más felices? La respuesta está en el efecto de los hábitos (internos y externos) sobre la forma en que medimos nuestra propia felicidad. Los humanos necesitamos más para sentirnos felices; necesitamos más en comparación a lo que teníamos ayer y necesitamos tener más que los otros miembros de nuestro grupo de referencia. Estos hábitos generan una carrera de ratas que tiene consecuencias muy importantes sobre la forma en que evaluamos nuestra propia felicidad y que tiene que ser tenida en cuenta en cualquier evaluación o formulación de política.

La segunda parte del libro, desde mi punto de vista no la mejor lograda, elabora las implicaciones de estos resultados sobre el diseño de políticas que buscan mejorar los niveles de felicidad. Lo mejor de esta parte es donde trata las políticas económicas teniendo en cuenta esta nueva base psicológica. Por ejemplo, muestra que los impuestos y otros instrumentos en manos del gobierno pueden servir más que para recaudar dinero; son también un medio que puede ser usado por los gobiernos para ayudar a los ciudadanos a encontrar un equilibrio apropiado entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio. Pero este es sólo uno de los ejemplos en los que la intervención estatal puede resultar útil, el gobierno tiene mucho que hacer en promoción de salud, control de la polución, promoción de la seguridad, etcétera.

El libro es interesante, particularmente la primera parte y los capítulos sobre los nuevos caminos que debe seguir el diseño de políticas económicas. Su gran mérito está en alejarse de los dogmatismos predominantes entre los economistas. Tiene, sin embargo, problemas. Por un lado, el tono de autoayuda que toma cuando extrae conclusiones sobre cómo debemos llevar nuestra propia vida. Y por otro, aunque es poco dogmático en lo económico, resulta muy dogmático en lo psicológico, particularmente cuando habla sobre el consumo de drogas y la defensa del uso medicado de antidepresivos.

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