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Revista de Libros
No. 4  l  Agosto 2005


Más allá del dilema de los métodos
Elsy Bonilla / Penélope Rodríguez
(Universidad de los Andes / Norma)

Por Felipe Botero

La metodología suele concebirse como la piedra en el zapato en la práctica de las ciencias sociales. Las clases de metodología tienden a ocupar un lugar secundario en los departamentos y facultades y no es raro ver a los estudiantes llegar a clase arrastrando los pies y a los profesores bostezar mientras enseñan estas asignaturas. Es entendible, ¿quién no prefiere leer sobre (llenar acá con su tema de interés) que sobre muestras estratificadas, o multicolinearidad? Sin embargo, como lo planteara Karl Pearsons hace más de un siglo, la unidad de la ciencia consiste sólo en su método; no en su contenido. Más allá del dilema de los métodos llega felizmente a su tercera edición recalcando la relevancia de los métodos en el conocimiento de la realidad social. Su vigencia es tan actual como cuando fue publicado por primera vez hace diez años.

El libro es a su vez un texto sobre epistemología y conocimiento en ciencias sociales y un manual de metodología cualitativa. En cuanto manual, contiene capítulos sobre diseño de investigación cualitativa, recolección de datos, y análisis de los mismos –incluyendo una discusión sobre el uso de software especializado. La discusión sobre las técnicas cualitativas es sumamente rica en la medida en que tiene como referente concreto dos investigaciones desarrolladas por las autoras; una sobre pobreza y otra sobre desarrollo. Pero la discusión epistemológica sobre el conocimiento de la realidad social –que ocupa la primera parte del libro– es tanto aguda como provocadora y merece una consideración más detallada.

El título del libro hace alusión a uno de los debates más acérrimos y enigmáticos de las ciencias sociales –el dilema entre los métodos cualitativos y los métodos cuantitativos. Acérrimo porque suele resurgir de tiempo en tiempo en los libros de metodología y epistemología; enigmático porque rara vez aparece en discusiones sustantivas. Es decir, la producción académica es evaluada por el uso adecuado de la metodología pero no por el tipo de aproximación usada. Los trabajos en ciencias sociales son buenos o malos, punto. Nadie cuestiona el excelente trabajo de Fenno sobre los congresistas estadounidenses en sus distritos porque el autor usó la observación participante. Nadie cuestiona el excelente trabajo de Przeworski, Alvarez, Cheibub y Limongi sobre la relación entre desarrollo y democracia por utilizar análisis estadístico.

Bonilla y Rodríguez usan el debate entre los métodos cuantitativos y cualitativos como justificación para reclamar del investigador social un compromiso más fuerte con el desempeño de su labor. Esta posición claramente favorece la utilización de metodologías cualitativas en la medida en que permitirían dar cuenta de la complejidad de la realidad social. Según las autoras, el problema de los métodos cuantitativos es que no se respetan los parámetros que definen la realidad y no se adaptan las herramientas conceptuales y metodológicas para captar dichos parámetros en su complejidad. Es decir, las técnicas cuantitativas reducen la realidad para forzarla de acuerdo con las exigencias del método. Su posición es válida y respetable. No obstante, su concepción del papel del investigador es parcializada. El fin de las ciencias sociales, para Bonilla y Rodríguez, es conocer la realidad social considerando las condiciones concretas de las poblaciones estudiadas. No es tolerable, dicen ellas, que el conocimiento “rigurosamente científico” de la sociedad vaya en contravía de lo que sucede concretamente con las personas. Difícilmente se podría estar en desacuerdo con dicha posición.

Sin embargo, para realmente estar más allá del dilema de los métodos no se puede descartar una forma de aproximarse a la realidad social por ser demasiado “objetiva” y sólo validar aquella cuyos fines se aproximan a los del investigador. Del mismo tipo de sesgo podría acusarse a King, Kehoane y Verba según lo que plantean en su libro Designing Social Inquiry a favor de la aproximación cuantitativa. Para King et al. , a quienes Bonilla y Rodríguez no citan, la preocupación principal de las ciencias sociales es producir inferencias válidas de los fenómenos sociales a partir de evidencias empíricas. Esto sólo es posible cuando las técnicas metodológicas se ciñen a una lógica de inferencia inspirada en la aproximación cuantitativa. El problema con este tipo de argumentos es que –como lo señalara Borges en El Hacedor – es inútil tener un mapa con escala 1:1. El investigador tiene que tomar decisiones arbitrarias para acercarse a la realidad, utilizar categorías conceptuales limitadas, constreñirse a algunos aspectos particulares, etcétera. Así que por más interés que se tenga en dar cuenta de la complejidad de los fenómenos sociales, es un hecho que consciente o inconscientemente se dejarán por fuera aspectos importantes de la explicación.

Una solución más adecuada al dilema de los métodos cualitativos y cuantitativos la ofrece Ragin en su The Comparative Method , a quién Bonilla y Rodríguez citan. No se trata de decidir cuál estrategia es la mejor para aproximarse a la realidad. No se trata de investigar con el corazón para resolver los problemas más apremiantes de las sociedades actuales, ni de investigar con el cerebro para producir explicaciones de fenómenos macrosociales. Son éstos goles mutuamente excluyentes; para lograr generalidad se debe sacrificar complejidad y viceversa. El punto es reconocer el objetivo perseguido con la investigación que se realiza y hacerlo explícito.

Uno puede estar en desacuerdo con algunas de las posiciones de Bonilla y Rodríguez con relación a la investigación, pero es crítico que existan libros como éste en el que la metodología se pone en el primer plano. Es loable su preocupación auténtica por que el método sea utilizado con rigor y transparencia. La empresa del conocimiento es eminentemente colectiva y no es posible construir mejores explicaciones de la realidad si los métodos permanecen ocultos en los confines de los cuadernos de campo o las profundidades de los discos duros de los investigadores.

 

 

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