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Revista de Libros
No. 6  l  Diciembre 2005


Libros, un regalo para la vida
Recomendaciones de Fundalectura para regalar a los niños en esta navidad

Por María Cristina Rincón
Coordinadora editorial de Fundalectura

Quizá lo que más me gusta de la Navidad y de los cumpleaños es el sentido que ambas celebraciones han cobrado como oportunidad para compartir. Para mí no es otro el significado de regalar. Y más si los regalados son los niños. Compartir nuestro tiempo con ellos, conversarles mostrando un interés genuino por su universo, lo que sienten y piensan, alimentar ese tiempo con pequeños obsequios, bienestar y alegría, de alguna manera asegura que les estamos dando herramientas para que en el futuro superen los momentos de crisis con fortuna. Como si, aunque no estemos, de algún modo pudiéramos acompañarlos.

De eso justamente habla un libro precioso que en esta Navidad quisiera compartir con mi hija de siete años: del don de compartir. Se trata de La jardinera , escrito por Sarah Stewart a modo de cartas. Son las cartas breves que escribe la pequeña Lydia Gracia desde que sabe que debe irse de su casa en el campo mientras mejora la situación de sus padres. La espera el tío Jim en la ciudad. Las ilustraciones de David Small nos muestran la tristeza de la abuela mientras empaca la ropa de la niña, los últimos abrazos antes de abordar el tren, la soledad de la niña que se enfrenta sola al mundo por primera vez. Cuando llega a la ciudad, Lydia Gracia descubre que el generoso tío Jim no sonríe, pero eso no la amilana. Las cartas de la abuela llegan con semillas, bulbos e incluso tierra. Y en sus respuestas la pequeña le cuenta a su familia cómo ha empezado a llenar de flores el mundo del tío, a conocer a otras personas y a establecer nexos amables con ellas. Las ilustraciones continúan el relato con calidez; a dobles páginas muestran todos los detalles que las palabras apenas esbozan e incluso se adelantan a ellas o introducen otros relatos: el de las imágenes de todo lo otro que habita en el mundo de Lydia Gracia, el gato mimoso que persigue insectos, el vagabundo que alegra su día con el aroma de una flor, las maromas que implica el mantener un jardín colgante... Publicado por Ekaré, este relato que se remonta a la Gran Depresión de Estados Unidos tiene el sabor de las grandes historias, esas que se quedan a vivir con uno para siempre, regalándole optimismo, confianza.

Hay otra historia que me encantaría regalar, también por las hermosas imágenes que ofrece: Bailando con Degas , editada por Serres . Podría compartirla con un bebé, porque se puede manipular sin riesgo sus gruesas páginas de cartoné e ir de una bailarina a otra sin que el libro se deteriore a causa de su pasión por explorar. Es uno de esos libros ideales para leer en voz alta con los más pequeños, pues las autoras, Julie Merberg y Suzanne Bober, han creado una historia corta, lineal, que muestra cómo es el día de las bailarinas, enlazando fragmentos de obras del gran pintor francés. Desde que llegan a la escuela, estrenando sus zapatillas, hasta el final, cuando exhaustas por el esfuerzo de “tanto bailar, sólo les quedan fuerzas para dormir y soñar”: en el intermedio toda la gracia de los gestos de las muchachas, los espacios donde se mueven, los músicos que las acompañan, la armonía de los tutús y las manos en la danza. El texto rimado lleva de una a otra página sin esfuerzo, con la misma levedad del baile. Quizá en la contemplación de estas páginas pueda nacer una admiración duradera por la obra del pintor y por el arte del ballet.

Sin la elaboración de las obras de Degas, pero maravilloso por la posibilidad de explorar el significado de las palabras a partir de imágenes, Los opuestoros es un libro que me gustaría compartir con mi sobrino de 3 años, justo en esta etapa en la que su interés por cómo se relacionan las palabras crece. Con apenas los trazos indispensables, en este libro de ediciones Brosquil, Sebastián García Schnetzer llena al toro de tristeza si está solo o de alegría, si está acompañado . Así, cada palabra se enfrenta a su antónima y sus imágenes muestran la dimensión de su significado de manera casi tangible: es divertido enfrentar terrestre a extraterrestre –el negro toro al toro verde con patas de rana y antenas de hormiga–, diurno a nocturno –¿dónde está el toro negro en la noche oscura?– o constatar la diferencia entre limpio y sucio , natural y artificial . Ya hay algo que da para una conversación más interesante cuando enfrentamos el toro rico , campeando entre abundante hierba verde, al pobre , desolado en la página blanca; o el toro moderno , azul y pixelado como si de una imagen de computador se tratara, al antiguo , fuerte y marrón, tomado de una caverna prehistórica. ¿Y qué decir de la diferencia entre nativo y extranjero ? Esta pequeña joya no podría concluir más que con una defensa del toro y una protesta contra la tauromaquia: la diferencia entre alegre y triste , entre el toro que los niños cabalgan y el que inclina la resignada testuz a la espada del torero antipático que planea la mejor estocada.

Volviendo sobre libros de imágenes elaboradas es imposible no detenerse en El misterioso jarrón multiplicador , del artista japonés Mitsumasa Anno y su hijo Masaichiro. Sus imágenes se corresponden con una refinada visión de las matemáticas. A mi sobrino de ocho años y medio, a quien le cuesta comprender la multiplicación y ha optado por memorizar, le caería este libro muy bien. Pero no porque enseñe matemáticas sino porque cuenta una historia llena de magia y sorpresa, que liga los números con la vida. La historia de un hermoso y fino jarrón en el que había agua quizá un viento ligero, porque el agua formaba un oleaje. Palabras e imágenes nos llevan a contemplar un mundo que a medida que nos acercamos gana en profundidad y crece: el oleaje delata un mar ancho y profundo, con islas, reinos, aldeas, casas y la necesidad de los números: las islas y las aldeas se vuelven puntos que de página en página crecen hasta agotar el espacio y requerir una cifra para representar la cantidad. Publicado por el Fondo de Cultura Económica este es uno de esos libros indispensables cuando uno comparte con sus hijos el conocimiento, pues rescata su dimensión amable, divertida. Finalmente, se trata de comprender el mundo en el que vivimos.

Como de comprender y reflexionar se trata cuando abordamos la poesía. Maestro de los mejores por muchos años, David Jiménez seleccionó las obras que conforman la Antología de la poesía colombiana , editada por Norma en su colección Cara y Cruz. Una cruz para nada tormentosa lo constituyen el ensayo que acompaña e ilumina la selección, también de David Jiménez, y el “Itinerario de las letras colombianas” en el que Eduardo Camacho Guizado muestra, casi gráficamente, el contexto histórico y cultural de la poesía colombiana. Este es un libro ideal para quienes empiezan a entrar en la adolescencia y a vivir la vida en clave de sensibilidad e introspección. De poesía.

Para terminar este listado de obras que quiero compartir en esta Navidad, una vuelta sobre Kipling y Los libros de la selva , en una completa y bella edición de Anaya, es una elección afortunada para regalar a quienes están en franco tránsito hacia la edad adulta. Es un libro para lectores avezados que no temen las historias voluminosas, ni volver sobre aquello que conocieron de niños quizá fragmentariamente –como el mundo de Mowgli, sus lobos, la pantera y el oso enfrentados al poderoso tigre asesino– porque saben que en ellas, como en cualquier lectura excelente, hay alimento para la vida.

Por supuesto, los libros se enriquecen cuando hay otro dispuesto a conversar con nosotros sobre ellos. Ese es su regalo: en ellos podemos refugiarnos y a partir de ellos también podemos fortalecer el vínculo con quienes nos aman y con el mundo.

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