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Revista de Libros
No. 7 Marzo 2006

Imagen cortesía de Latino Films:
www.sumasyrestas.com


Los cuentos de Víctor Gaviria

Víctor Gaviria entrevistado por Alejandro Martín

Al escritor colombiano pareciera que las historias se le salen: si no las puede filmar las escribe. Y si no, las cuenta. En esta conversación encuentra siempre la anécdota perfecta para iluminar los distintos aspectos de su obra.

Simultáneo al lanzamiento de Sumas y restas , apareció en noviembre pasado una reedición de un relato largo que Gaviria había publicado en 1991: El peladito que no duró nada . Ahí se cuenta una de las miles de historias con las que Gaviria se encontró mientras trabajaba en Rodrigo D pero que también habríamos podido ver en La vendedora de rosas : la de un joven de los barrios pobres de Medellín que vive cada día como si fuera el último, y cuyos azares no pueden dejar de sorprender e impactar a todos los que los leemos desde tan lejos. Pero Gaviria los ha vivido de otro modo, él ha conseguido acercarse a sus personajes de una manera increíble. Porque es de una simpatía sorprendente, nada más sentarme a hablar con él, en el papel incómodo de entrevistador, en un lugar poco acogedor, y ya sentía que la conversación podía seguir sin fin. Y él mismo, que en un primer momento tenía mucha prisa por salir corriendo, se iba envolviendo en la conversación y se olvidaba de todo. Es sólo estar un momento con él, y uno empieza a entender cómo el milagro de esas películas ha sido posible.

El amigo

Al llegar a la entrevista, en las oficinas de Santillana, lo primero que me sorprendió fue ver que Gaviria no venía solo. A su lado estaba Pedro Claver Téllez, autor de varios libros sobre la época de la violencia en Colombia. Yo no sabía nada de él, así que me imaginé que la única forma de comenzar era preguntar por qué estaban juntos en ese momento. Víctor iba a convencer a los de la editorial de relanzar alguno de los libros de su amigo.

VG: Yo conocí a Pedro Claver a raíz de las Crónicas de la vida bandolera . Desde entonces me enamoré de su proyecto: una crónica sobre la muerte de Sangre Negra, cuando él es acosado por el Ejército y la Policía y se va a refugiar donde su hermano, que vive al norte del Valle, en el municipio del Cairo. Y resulta que este lo ha mandado llamar presionado por un sargento, que es un caza bandoleros que tiene una cita inevitable con Sangre Negra. Es una historia de traiciones, una historia del hermano que traiciona a su hermano. Y además la historia del monstruo que era Sangre Negra, un tipo que mandan traer, pero de todas maneras es un tipo que da miedo que aparezca, ¿cierto? Entonces son estos tipos esperando, esperando, esperando… y haciéndole la trampa a este que nunca cae.

PC: Me interesó cuando supe la forma como el hermano contribuyó a su captura, a su muerte, me pareció que era una instancia bíblica, el hermano que hunde al hermano por 20.000 pesos, por un préstamo a la Caja Agraria , me parecía insólito, increíble. Sangre Negra fue uno de los bandidos más brutales de los años 60, que se caracterizó por su extrema crueldad, por implantar unos rituales de muerte, unas formas de morir y de matar…

La violencia

Una línea temática que une las películas de Gaviria, y que viene de ese pasado que revisará en su próximo proyecto, es la violencia. En Rodrigo D se trataba de los sicarios, estos personajes producto del enrarecimiento del clima por los dineros del narcotráfico. Son sujetos que matan sin consideración, para los cuales la muerte (o la vida) del otro no tiene un valor distinto al monetario. En La vendedora , si bien sucede en ese mismo microclima, la violencia más preocupante es la que los enfrenta entre sí, su propia dificultad para soportarse unos a otros. En Sumas y restas se ocupa de otro estrato de la misma situación, se ve que tanto pobres como ricos cayeron en la misma espiral demencial producto del negocio de las drogas. En el proyecto actual parece preguntarse por la posibilidad de que toda esa violencia no sea resultado de unas circunstancias particulares, sino que responda a una historia nacional de crímenes y venganzas.

VG: Son momentos en que ha cambiado la violencia. En el Rodrigo es una violencia en la ciudad, encarnada en los sicarios. Pero esas cosas han ocurrido antes, son réplicas culturales de otras violencias anteriores que han quedado enterradas aparentemente, o que incluso se han desplazado del campo a la ciudad, y vienen en los genes de unos padres que han sido ellos mismos violentos o han sufrido la violencia, y vuelve y se reproduce de una manera cultural. Por eso es interesante en el fondo hacer todos los capítulos de esa violencia. Hay un gran enigma, sobre todo alrededor de la época de la violencia de los años 50, una violencia que marca el espíritu nacional de una manera que le da unos rasgos patológicos al ser colombiano. Y todo lo que ha ocurrido ahora, todos esos seres tan fríos y tan crueles que han utilizado su frialdad precisamente para estar en los negocios lucrativos del narcotráfico, o de lo que sea, todo eso viene de por allá…

Además esos bandoleros de todas maneras son muy interesantes. Pertenecen a un género que yo quisiera encontrar, de pronto como los samuráis de Kurosawa. Cuando el hombre hace Los siete samuráis , cuando le muestra a occidente esos personajes, la gente queda fascinada. El samurai de todas maneras era un pillo refinadísimo que tenía un saber muy sofisticado de artes marciales, pero al mismo tiempo era un delincuente que se ponía al servicio a veces del pueblo, a veces de los señores feudales. Me interesa buscar acá, también, historias que se muevan dentro del género: por ejemplo, unos bandoleros que están trabajando para unos gamonales, que en un momento dado terminan solos y de una manera muy trágica. Un género que habría que indagar: el bandolerismo colombiano de esos años es intensísimo… Y vos ves que el bandolerismo existe todavía, uno lo ve en el paramilitarismo y en la misma guerrilla. Los campos están llenos de cuadrillas armadas, que aparentemente algunos son ideológicos, pero todos en el fondo son cuadrillas que abusan de la gente.

La ficción

Yo soy un cinéfilo de tiempo completo que terminé de editor de una revista de libros. Quizá de lo más interesante que me ha pasado fuera tener la oportunidad de entrevistar a personajes como Gaviria, ir confirmando cómo muchas de las claves de reflexión son las mismas y ver que en el fondo está siempre la pregunta por la naturaleza de la narración, por la especificidad del lenguaje mismo en que esta tiene lugar. Un lugar común, que parece imposible evitar al hablar de libros, es el tema de la ficción y su compleja relación con la realidad. Si bien he notado cómo este suele agotarse una vez que se enfatiza el asunto de la verdad o falsedad, de todos modos hay una mina que poco se explora y es el tema de las diferentes formas de contar, el problema de la verosimilitud y la construcción de los relatos y los personajes. Era interesante tener a Pedro Claver allí mismo, ya que él escribió tanto una crónica como una novela de Sangre Negra. Y a su lado Víctor Gaviria, realizador de ficciones y documentales cuyo éxito parece estar precisamente en mantenerse siempre en el medio.

VG: En una película uno puede tomar dos caminos, uno es concentrarse en los hechos, que son investigados y son reales. Tienen una fuerza muy grande, los personajes están definidos por los hechos. El orden cronológico de los hechos es lo que hace la crónica. Pedro investiga los hechos reales, no le da, pues, como a los novelistas, que les da por crear personajes por fuera de los hechos, y mientras los definen y se meten, ya están más en la ficción. Y eso es válido también. A mí me interesa conservar de todas maneras un pie en el documental, que es un poco la crónica… no sabemos muy bien quién es este tipo sino que los hechos nos lo definen…

PC: Yo partí de cosas que me hicieron ir más allá de la crónica, descubrí una noticia en la prensa de cómo un hermano había contribuido a coger a su hermano. Me pareció que era una instancia bíblica, que eran personajes bíblicos. Cuando uno descubre un elemento así, parece ya ficción… Cuando uno indaga en el fondo de un acto de violencia encuentra una cantidad de elementos en que parece que la realidad imitara al arte, como si lo visto o lo leído tantas veces se encarnara. A mí me interesa mucho ese límite, ese borde, donde el documento te ofrece la oportunidad de hacer ficción, y la ficción de agarrarse muy sólidamente a la realidad.

VG: Cuando hay un espacio para que el personaje tenga un poco de libertad para definir su actitud ante esos hechos, eso sería la ficción, ¿o no? O sea, ¿qué sintió el hermano? ¿Por qué lo traicionó?, ¿Qué sintió cuando lo traicionó? ¿Qué sintió cuando vio que llegó el hermano y sabía que lo estaba traicionando, y cuando conversó con él, y el hermano qué le preguntó? ¿Y entonces el hermano lo descubrió o no lo descubrió? ¿Sabía que él lo había traicionado o no? Ficción es todas esas cosas que están más allá de los hechos, ese espacio donde las personas también tienen que definirse éticamente. En Sumas y restas hay unos hechos pero también hay un momento donde uno se acerca a mirar el dolor de Gerardo al encontrar a su hermano muerto, el derrumbe de él, en el que, digamos, se humaniza. No aceptar la muerte del hermano, buscar un tipo de venganza, ya también es la manipulación que hace el personaje de los hechos mismos. Toma las acciones por los cachos y las define y entonces dice “ustedes van y matan a este tipo así, así y así”, “le pegás con mi pistolita”, y ya empieza todo a contaminarse, a impregnarse de subjetividad…

El personaje

Quizá la marca definitoria de las grandes películas violentas está en la caracterización del personaje. Lo más sorprendente que consiguen tanto Scorsese como Coppola, los dos maestros, es hacernos meter dentro de esos seres que en principio se ven tan lejanos, tan diferentes. Y justamente lo que hace únicas las películas de Gaviria es la manera como logra hacernos simpatizar con esos sicarios, con esos traquetos de medio pelo. Los suyos no son siquiera esos elegantes mafiosos italianos sino los personajes marginales, aquellos a los que pocos se atreverían a acercárseles. Al ver sus películas uno termina sufriendo por los personajes más crueles, más salvajes, ellos son siempre los que se roban la pantalla.

VG: Son unos personajes muy intensos que, al contrario de los burgueses, sobre todo las clases medias, tienen mucha decisión sobre su propio destino y eso es muy atractivo para uno. Hay personas a las que, digamos, la vida les pasa, la vida los lleva para un lado y para otro. Como la vive uno, mejor dicho, más bien la vida lo vive a uno y uno no vive la vida como estos personajes, que la cogen por los cachos. Entonces eso uno lo admira inmediatamente… puede ser un mendigo, un gamín, un hijueputa delincuente, cualquier cosa, pero en la medida en que tiene la vida por los cachos eso es lo que te llama la atención. Y al mismo tiempo el destino también juega con ellos, porque de todas maneras dentro de las historias que ocurren, ellos terminan siendo víctimas de su destino y perseguidos y cazados.

El pelaíto

El cine tiene una relación muy fuerte con el texto escrito, y esto es claro en un caso como el de Gaviria, que es el mismo autor de los guiones. Y aunque en sus películas siempre parece que el guión no es muy obligante y que hay mucho que sucede en el momento de la grabación, nunca deja de sorprender su trabajo con los actores naturales, la forma como consigue que la cámara no los apabulle. El lenguaje de sus personajes ha sido motivo de múltiples polémicas ya que a muchos les parece incomprensible e insoportable esa jerga barriobajera de Medellín. Pero no es el resultado de un descuido sino todo lo contrario, Gaviria parece fascinado por esa forma de hablar. Precisamente el libro que estaba lanzando en ese momento, la excusa para esta entrevista – El pelaíto que no duró nada – está narrado por uno de esos personajes. Gaviria se empapó de tantas historias al hacer Rodrigo D que no quería dejar ninguna sin contar, y terminó narrando esta por escrito.

VG: Es todo un relato de unas experiencias de unos peladitos. Él cuenta desde que tiene 13 años hasta que el hermanito muere a los 17. Es la historia de esos niños, siempre en compañía, en hermandad los dos, y cómo se van transformando y sobre todo cómo el hermano se va convirtiendo en un pistoloco, siempre detrás de una moto, detrás de un arma… Yo lo estaba escribiendo primero como relato para después convertirlo en guión. Y este terminó como relato porque el lenguaje me parecía muy interesante, la forma como lo contaban ellos todo, la forma, digámoslo, “picaresca”, siempre muy risueña, siempre traducida a través de esas palabras que le dan como un clima al libro… donde no estuviera escrito en ese parlanche, sería una historia muy distinta. Yo había estado en la casa de las noviecitas, había visto el lugar donde se escondían, una cosa rara, como quien dice una cosa real pero que yo la veía como ficción. Todo esto es como un cuento, y este peladito todo emocionado porque un vecino lo llamó un día y le dijo: “Venga, necesito que usted me mate a fulanito de tal que es un indigente, un desechable, le damos 150.000 pesos”. Toda esa emoción de esos pelados… yo había asistido a todo eso, y entonces cuando mataron a Jason yo me dije, ave maría, la historia de este pelado tan tenaz, yo le voy a hacer un homenaje a este muchacho, y a través de la historia de él voy a contar la historia de uno de los miles de muchachos que se metió en esa vorágine de ser un pistoloco.

El lenguaje

Víctor Gaviria además de cineasta es poeta, y ha publicado ya cuatro libros de poesía. Cuando yo le relaciono todo esto con su poesía, él reacciona y me dice que claro que la poesía la escribe “normal”, sin groserías. Sin embargo, está fascinado por esa forma de hablar de los muchachos, sin duda es capaz de escuchar con oído de poeta. Y allí está el éxito de su cine, en el que lo más singular es la forma como consigue trabajar con los actores naturales. Él no les impone una forma de hablar, un texto “normal”, él hace posible que de alguna manera ellos sean ante la cámara. Y lo logra precisamente sabiendo escucharlos, permitiéndoles expresarse en su propio lenguaje.

VG: Es que también es muy documental: yo veo los elementos documentales escritos en ese idioma, y ese idioma a mí me parece muy propio de la adolescencia de ellos, ese idioma mejor dicho me parece untado de fábula. Siendo un idioma muy sencillo y muy elemental, muy reiterativo y todo, no es que tenga una riqueza muy grande, para mí tiene un valor documental tremendo porque es que… yo no sé por qué, será por haber vivido las cosas que vivía con ellos. Pero es que eso era un cuento, mano, un cuento, claro que un cuento muy triste pues…

Estos manes se definen como personajes con muy pocos elementos, tienen una cosa adolescente de que la vida no es muy complicada, de que la vida se reduce a atracar a unos manes, a hacer comilona por la noche, estarse procurando un arma. Todo el mundo es un torcido, es un mundo realmente trastornado por ese lenguaje y convertido en una fábula, el mismo lenguaje convierte ese mundo en una fábula… El autor es el lenguaje, el autor es el lenguaje… no propiamente yo, sino el lenguaje…

Ese lenguaje es un lenguaje colectivo, creado colectivamente, y es una guerra, ¿cierto? Es una forma de ser, que es como un carácter, entonces ese carácter de todas maneras produce una forma de ser muy guerrera con la vida, muy frentera. Sobre todo guerrera, porque es gente a la que le ha tocado guerrearla, y por lo tanto, a veces muy agresiva, y también muy picaresca. Lo que a mí me interesa es cómo a través de, digámoslo de la bruma de ese dialecto, de esa jerga, que es una hojarasca (porque no es que sea muy creativo), vos podés ver la poesía reventar más allacito, ¿cierto? Por ejemplo este man llega de matar al tal Lalo ese, llega con plata, el 24, a un solar. Son las tres de la tarde. El cielo está azul. Y están haciendo unos buñuelos y una natilla, y entonces cuando llega este man, la alegría crece tanto porque esos manes tan pobres, hermano, y este man tiene 150.000 pesos y la alegría es tan repentina que sinceramente yo siento que es como si, a las tres de la tarde, el cielo se hubiera oscurecido y fueran ya las doce de la noche. Es como una Navidad que se adelanta. ¿Por qué? Porque llegaron los regalos y esos buñuelos como que brincan y esa natilla como que se sale de la paila, hermano, y todo el mundo en una felicidad tan berraca, y entonces uno siente en ese lenguaje tan sencillo la aparición de la poesía.

La poesía

Por allí comienza a aparecer lo que yo estaba buscando. Porque en el cine de Gaviria hay algo que yo no dudaría en llamar poético. Él se da cuenta de que la poesía no consiste en “hablar bonito”. La poesía está precisamente en encontrar en cada lenguaje la manera propia de hacer saltar chispas, de que la belleza aparezca de manera insospechada. Cuando le hablo de esto, de repente se le iluminan los ojos y comienza a recordar una secuencia de Rodrigo D , la del peladito que matan al final.

VG: El peladito siempre está por ahí saltando los muritos, tratando de acomodarse, tratando de buscar un lugar para mirar, siempre está viendo motos por ahí botadas. Por el solo hecho de ver una moto, el peladito la rodea y dice “uy, esa moto está botada, bótele un fierro pa robarse esa moto”: el sólo hecho me parece poesía, ese peladito que de pronto mira esa moto con esa codicia tan tremenda, tan infantil. De pronto llega a una tienda a tomarse una gaseosa y ve que pasa por la calle mucha gente y dice “quiubo, ¿qué pasó?”, “ah, no, que encontraron a un man muerto en la cañada”. Entonces dice el pelao “uy sopas”, y en el solo hecho, ahí hay poesía, pero es una poesía de sensaciones: este man está en una calle y ve una corriente de gente pasar, pregunta “¿qué pasó?” y cuando le dicen “un man muerto en la cañada” sabe que también va a aparecer muerto en la cañada, que le están adelantando, le están anunciando eso. Es una poesía muy sencilla. El está ahí en un ladito de la acera, digámoslo resguardado de la corriente de la calle, pero esa calle lleva para la muerte y aunque él esté ahí tomando gaseosita, él va para allá, para ese mismo lugar…

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