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Revista de Libros
No. 7  l  Marzo 2006


El oro y la sangre
Juan José Hoyos
(248 páginas, Hombre Nuevo)

Por Luis Germán Sierra J.

En una crónica de 248 páginas, Juan José Hoyos escribe El oro y la sangre , una historia que, por espeluznante, no está menos llena de lecciones acerca de nuestro país y de nuestra cultura.

En 1975 Aníbal Murillo, un indígena emberá de la zona chocoana, descubre una mina de oro y lo hace saber a las autoridades competentes, al tiempo que comienza su explotación en compañía de su familia y de los de su comunidad. Rápidamente, con peregrinos argumentos y sabiéndose influyentes ante el poder, familias blancas de Antioquia comienzan una querella mediante la cual pretenden quedarse con los derechos sobre la mina. La autoridad les favorece y la mina se cierra a la espera de que el dominio blanco se haga efectivo, pero allí comienza una lucha pugnaz en la cual no se escatimaron medios de agresión y de violencia, y donde la muerte campeó a su antojo de arriba abajo en la región del Alto Andágueda, asentamiento de los aborígenes. “¿Por qué ahora Guillermo tiene una pistola que vale más que toda su casa y sus enseres juntos? ¿Por qué hay armas enterradas y escondidas a lo largo y a lo ancho de las selvas? ¿Por qué tantas familias siguen escondidas, viviendo en ranchos miserables, junto a la carretera Quibdó-Medellín, y no se atreven a volver al resguardo? ¿Por qué se acabó la paz y hoy yacen bajo la tierra tantos hermanos de sangre asesinados a machete y a balazos?” La respuesta a estas preguntas que se hace el autor en una breve introducción, que es al mismo tiempo la primera descripción del reportaje, la da él mismo a continuación: “La historia es muy larga y muy triste (...) Y es una historia de oro y de sangre”.

Paságuera, Cascajero, El Chuigo, Aguasal, El Salto, Canondo, Cevedé... son nombres de los poblados del Alto Andágueda que muy poco, o nada, le dirán al lector que entre en esta crónica. Como nada le dirán los nombres de quienes, de distintas maneras, protagonizaron la siniestra historia de oro y sangre. Pero el lector ya no podrá olvidar lo que pasó en estos años y en estas tierras y entenderá, cómo no, que la maldita historia de la Conquista aún no termina y que somos, todos, un extraño país que oculta a como dé lugar sus más graves problemas, que mete a menudo la cabeza debajo de la tierra, que vive sometido a pueriles mentiras que circulan de arriba hacia abajo, y que somos felices con esas mentiras porque nos ayudan a tener en paz nuestra precaria conciencia. Eso sí hace este libro: remuerde y pega como un martillo.

Juan José Hoyos (Medellín, 1953) es suficientemente conocido como un periodista que defiende el género de la crónica no sólo desde su rol de profesor universitario, inculcándola y enseñándola con amor y con pasión, sino que lo hace de la manera más eficaz en que puede enseñarse cualquier asunto de la vida: escribiéndola con gran calidad. En El oro y la sangre despliega argumentos de gran convicción como la investigación, el seguimiento cronológico milimétrico, la presencia en los lugares donde se desarrollan las acciones, la entrevista y, claro, un olfato y una sensibilidad extraordinarios. En 1994 este libro ganó el Premio Planeta Germán Arciniegas de Periodismo.

Como en A sangre fría , todo comienza con una descripción que asemeja una cámara de video que va acercándose paulatinamente al centro del relato, dejando a su paso la exacta descripción de los lugares que le rodean. Una vez en el objetivo, como una catarata se precipitan los acontecimientos. A medida que avanza la lectura aumenta nuestra tensión y nuestra indignación ante el recuento de lo que, poco a poco, se va constituyendo en una masacre sin sentido. Más de doscientos muertos en el lapso de quince años, en su mayoría indígenas, y una cultura vapuleada y llevada hasta el extremo de lo grotesco. Ni los gobiernos municipal, regional y nacional, ni quienes entraron a envenenar la conciencia de los indígenas, escudados en su codicia miserable, ni quienes pastorean las almas de los naturales camino a cielos inexistentes, lograron ver nunca, en esta tristísima historia, dónde estaban los responsables de tanta muerte y de tanto exterminio, tal vez porque eran ellos mismos. Juan José Hoyos escribe un libro que debería regarse por todo el país para no olvidar nunca estos episodios y para que nunca se repita el olvido y el irrespeto a que son sometidos los indígenas en Colombia.

En este relato se demuestra cómo la amistad, la familia, la solidaridad de sangre, el respeto y el amor por la cultura propia y ancestral de una comunidad como la emberá, quedan destruidos a partir de ese hecho elemental del principio: el descubrimiento espontáneo de una mina de oro por parte de quien, al hacerlo, soñaba con el derecho apenas obvio de explotarla en paz con los de su entorno. Lo que sigue, el libro, es la sucesión perversa de enredos, mentiras, leguleyadas, trampas, emboscadas y tragedias que culminan con una frase simple que, en labios de uno de estos protagonistas, encierra una verdad contundente: “Hijueputa oro...”.

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