Esto es Siouxsie & the Banshees en 1977 tocando Metal Postcard. Es un grupo de 90 adolescentes atollado en un bar a las afueras de Hannover. Esto no es una pipa. Esto es Mi abuelo dijo una vez que Adolfo Hitler era un héroe. Lo dijo sin reÃrse, sin arquear los labios como esos maestros que tratan de demostrarles a sus alumnos que no perdieron el sentido del humor. Mi abuelo era un hombre que no tenÃa miedo de decir la verdad. Si bien su verdad era absoluta y propia, sus palabras no dejaban de ser espontáneas, salÃan de lo recóndito, del cuerpo de un viejo inválido que ya no podÃa orinar sin tubos incrustados a su cuerpo y sin una enfermera desabrida viendo telenovelas a su lado. Mi abuelo odiaba a su enfermera y por eso un dÃa la empujó. La muy torpe se confió de él; su ingenuidad le costó el hijo que llevaba en el vientre. El abuelo dijo que ella se lo merecÃa, porque era fea, porque siempre serÃa una vulgar, una mujerzuela que se ganaba la vida jodiéndolo. Esto es El dÃa que en casa nos enteramos de lo que le habÃa sucedido a la enfermera y mi madre acorraló al abuelo. Él se defendió alegando que la muy estúpida lo quiso asÃ, que era fea y vulgar, que a veces le mostraba sus senos para provocarlo cuando sabÃa muy bien que él ya no podÃa excitarse, como cuando era joven y se acostaba con las amigas de la abuela, o con las vecinas que pedÃan ayuda para desatorar una cañerÃa llena de pelos y sarro. Él las apoyaba sobre una mesa y les arrancaba las faldas, jalaba sus calzones hacia un lado para penetrarlas hasta que algún imbécil tocaba el timbre buscando una dirección incorrecta o preguntando por el dinero del arriendo del piso. Esto es Enseguida el abuelo tomó el brazo de mi madre y con aquella fuerza que acumulaba en secreto apretó con tanta furia la piel blanca que el cuerpo de mamá pareció asfixiarse de golpe. Le sugirió que no se metiera en sus asuntos, porque si seguÃa atravesando el hocico donde nadie la llamaba, él acabarÃa perdiendo la cabeza. Esto no es una pipa. Es Antes de que el abuelo terminara de intimidarla, la sangre empezó a brotar. Yo ya habÃa sacado el cuchillo de su cuello y empezaba a clavarle una segunda puñalada en el lugar donde creÃa que se hallaban sus pulmones. Sin duda el abuelo asumió lo que habÃa ocurrido ya que no pareció pasmado por culpa de mi maniobra, pero alcancé a escuchar lo que parecÃa una maldición venida de su propio infierno, que se confundÃa entre el sonido de la carne tajada y el pesimismo de mamá gritando en mi contra. No sé si fui yo quien derribó al abuelo o si fue el efecto del forcejeo entre nosotros, o tal vez la sola rendición del viejo, herido como estaba y hastiado de todo, pero recuerdo haber pisado su mano y estar a punto de tropezarme con su cabeza mientras mamá intentaba arrebatarme el arma. El abuelo aún estaba vivo y repetÃa que Hitler era un héroe, lo susurró hasta quedarse callado. Esto es La voz de mi madre me molestaba mucho. Pateé sus piernas para que de una vez por todas me dejase en paz, asegurándome de que cayera de espaldas o se golpeara al menos un hombro, sucedió lo segundo y lo primero en dosis casi simultáneas. Cuando la supe inmovilizada por causa de la sacudida, la cubrà con la vieja manta sobre la que el abuelo solÃa arrojar cuando la carne no estaba cocida a su gusto. Guiado por la compulsión del momento, la até con el cinturón de cuero que ajustaba mis pantalones. Mamá gritó suéltame, desabrocha esto, no puedo respirar. Esto es En seguida. Esto es lo que me dijo René después de darle un beso. Dijo ‘esto no es una pipa, es un maestro de escuela.’