El tronco se empotró de una vez en la piedra y ya no pudieron moverlo, y ahà se quedó. Tampoco importaba mucho, lo dejaron allÃ. SalÃa más a cuento traerse hasta aquà las toallas, igual quedaba cerca la playa. Y nadie querÃa bañarse, no de momento, de noche el agua es frÃa y no apetece. Hay quien dice que aquÃ, en la costa sur, es más frÃa siempre, y más oscura también. Y sÃ, puede ser. No sé, pues habrÃa que ver las dos costas a un tiempo, o gastarse muy buena memoria. Yo misma arrimé las botellas y Laura se apropió de la piedra de arriba, se sentó como en una atalaya y luego ellos dos se tumbaron, para qué habrÃan movido entonces el tronco, no tenÃa ni pies ni cabeza. Pero está bien, da lo mismo, menos tendrÃa volverlo a su sitio. El Más Alto, que era también el que conducÃa y podrÃa haber sido el Más Locuaz, nos preguntó la edad y esperó la respuesta de Laura, también yo la esperé. Los dos eran muy jóvenes, tanto que mejor no asustarlos, Laura dijo treinta y yo resté igual, treintidós. El Más TÃmido -seguro- sumó, Yo tengo veinte y él veintitrés, pero se veÃa que sumó más que Laura, se le notaba bien en la barba y también en las manos, podrÃa haber sido el de las Manos Pequeñas, o el de los Cañones Aún Lacios. Demasiado complicado, nosotras mentimos primero -o Laura, yo resté igual que ella- asà que concedimos que sÃ, qué más da, recuerdo que pensé que era lo justo. Pero en fin -y qué más da, si no importa-, hasta ahà daba igual, después ya no.
Después el Más Alto se trajo del coche una cámara, una zorki o una fed rusa, una de telémetro en cualquier caso y creo que de colección, no sé bien. Hay que inmortalizar el momento, eso dijo. El Más TÃmido se puso a mi lado y noté que sudaba, se acercó con rubor, tal vez la foto justificase haber cargado el tronco hasta aquÃ. Se acomodó al lado mÃo y me tomó de la cintura, Laura se quedó arriba en la piedra, ella siempre sonrÃe de lo más bien en las fotos, yo no. Nunca vimos las fotos -ni quiero- pero me pareció que tampoco el Más TÃmido -tampoco queda bien ni sonrÃe, él sà seguro las vio, como deben manosear esas fotos si es que existen aún-, que seguro sale en las tomas muy serio o con un rictus amable, una mueca. Laura chilló un poco por el clic, un obturador de los que suenan, hizo algún aspaviento, de broma, pero el Más Alto le preguntó si le gustaba gritar, Es que te gusta, le dijo, y Laura que sÃ, sà me gusta, por qué. El Más TÃmido me apretó algo la cintura, sentà la presión como cuando alguien te calma. Y cuándo es que te gusta gritar, sondeó el Más Alto, se lo dijo muy bajo y con la voz grave, o tomada, Cuándo es que gritas y qué cosa, si se puede saber, tú dime.
Grito cuando me apetece y me lo pide el cuerpo, o cuando me asusto y también si me harto, a veces grito por nada y me anima, otros dÃas no me anima gritar, grito por placer o cuando siento placer, cuando me corro grito que es un primor, la que armo, y antes también, el segundo a la vÃspera, ya después no, y grito cuando cruza un perro la calle, y cuando me sorprenden con algo, y cuando me encuentro con alguien que no veo de hace mucho, o si me despierto sin saber dónde estoy. Y lo que diga, pues depende. Puede ser Dónde estoy, o Ay si estás igualito o Cuánto tiempo sin verte, o Ay -sólo Ay- o Cuidado con el perrito cuidado, o Ay qué rico qué rico vente conmigo qué rico, o Coño qué susto me diste, o Coño -a secas, sólo Coño-, o Está bueno ya, no sé, todo eso es variable y depende, ¿y por qué? Y apostilló ya luego en puteo, Bueno, si se puede saber.
El Más TÃmido me apretó entonces el muslo, no pensé que fuera una caricia o asà pues temà lo peor, lo mismo de antes, un aviso o miedo tan sólo, como quien ve lo que se avecina o lo teme. Le puse la mano en la suya, no sé él qué habrá entendido, supongo que entendió lo que era porque apretó de nuevo -como quien ofrece calma, o protege. El Más Alto no contestó, o sÃ, dijo Ah. Se tiró en la arena -habÃa estado hasta entonces de pie- y tomó otra foto, hizo ahora un escorzo raro, de abajo hacia arriba la imagen. HabrÃa que bañarse, eso dijo, lo dejó caer sin entusiasmo sino más bien como se dice HabrÃa que saludar o HabrÃa que pasar ya, no sé Laura, yo sà que sentà el protocolo o es que ya iba adivinando el ritual. Se desnudó despacio, si no tuviera miedo lo habrÃa disfrutado quizá, rogué porque Laura no gritara y que ni abriera la boca. El Más TÃmido me dio ahora una palmada pequeña, se iba desnudando él también, me llamó la atención, los pantalones primero. Se incorporó y me ayudó si se le puede decir, y Laura de lo más divertida, eso lo peor de todo, allá arriba en su piedra; el Más TÃmido me sacó la camiseta y se enredó con el sostén, por supuesto. Lo ayudé ahora yo a él, y sentà el fresco de pronto pero, es curioso, no tuve rubor. El otro se volvió, ya habÃa enrumbado a la orilla, se volvió para mirarme supongo, hizo un gesto con la boca que supuse de gusto pero también de premura, Dile a tu amiga que venga, qué espera, esto es hoy. Me saqué la falda y las bragas a una, mejor asÃ, de una vez. Laura bajó de la piedra muy fácil, como si lo hubiera hecho de siempre, la miré a ver si entendÃa y el Más Alto tiró de nuevo más fotos, cuatro o cinco, crac clic, Laura quedó atrás de nosotros y me pellizcó una nalga, también una al Más TÃmido. El Más Alto me miró pero no dijo nada esta vez, no dijo Esto es hoy ni nada en concreto -no dijo nada, no hubo ninguna palabra- pero igual comprendÃ. Laura no -Laura no-: Laura sonrió y dijo Oye cuando yo la toqué y lo dejó colgado en el aire -oye…-, en qué estarÃa pensando la muy tonta, le desabotoné la camisa y se dejó hacer, menos mal. El Más TÃmido le soltó el sostén a la espalda ya sin torpezas ahora, se aprende rápido a veces, pero Laura lo sostuvo con las axilas y me miró como quien reta o quien juega, o reserva a quien corresponde lo suyo, y espera que cumpla. Se lo saqué evitando tocarla, no sé si entendió por fin pero separó ella sola los brazos del cuerpo, y lo dejó resbalar. HacÃa fresco. Me fijé en los pezones, los tenÃa apretados y duros y toda la areola una pasa hacia el centro, como los de una mujer que ya es madre y ha amamantado recién, también los mÃos, los miré un segundo nada más, me sobresaltó el ruido de cuando se corre en el agua, la zambullida luego, y las brazadas. El Más Alto nadaba con elegancia y despacio, sacaba apenas la cabeza, no salÃa de su ritmo.
Pasa algo, dijo Laura o más bien preguntaba, yo le abrà los ojos pero no sé que entendió, me acarició el cuello y sonrió, algo como un guiño. Me gustó -y esto sà lo afirmaba-: A estas alturas, quién lo iba a decir. El Más TÃmido la tomó de los hombros y le dio la vuelta hacia él, ya no vi su cara pero me la figuré sonriente también, Haz lo que te diga, le dijo, Y qué cosa me vas a pedir, Haz lo que te diga -insistió, su cara sà la veÃa, un rictus amable como el que le sonsacan las fotos, por nada una mueca-, Haz siempre lo que te diga él que va a ser lo mejor. Me voy a que me digan, le dijo, me voy a que me ordenen y manden y ahoguen, me voy corriendo ahora mismo. Y lo hizo, correr e irse, está visto que no entendió nada ni sospechaba siquiera, se fue corriendo hasta la orilla, a la orilla se detuvo y se desnudó ya del todo -para nosotros supongo, se contoneó como si bailase u ofreciera su carne, para nosotros pues el Más Alto nadaba a buen ritmo. Lo estoy haciendo por ti, me confió al oÃdo el Más TÃmido entonces, es por ti que lo hago, tonta. Y yo qué podrÃa haberle objetado -nada-, asà que asentÃ. Nos está mirando seguro -él con miedo también-, Ya ha pasado otras veces pero no quiero esta vez. Qué otra cosa iba a hacer sino lo que dijo, fingir, me besó en la boca -o fingimos- y nos fundimos en uno, en la mentira y yo también de verdad, me excitaba aunque reconocerlo aún me cuesta, él no, estaba fláccido, venÃa a cuento ya revolcarse en la arena. Hice lo que habÃa que hacer y qué otra cosa podÃa, nos arrastramos hasta el promontorio de piedras donde quedó aquel tronco empotrado, qué estéril su estiba, yo recogà de un manotazo unas ropas que no sé si eran nuestras. Llegar al carro fue fácil. Nos tumbamos para que no pudiera vernos, me besó de nuevo y qué sentido tendrÃa, o quizá fui yo a él. Arrancó cuando oÃmos el chapoteo de correr en el agua, y la zambullida enseguida, y luego las brazadas de Laura no tan rÃtmicas pero sà con firmeza.
Salimos a la carretera muy pronto, habÃa otros coches y ya no estaba sola. Y no podÃa hacer otra cosa, no sé si me entiendes, no pude.